Como buenos padres siempre vamos a querer ayudar a nuestros hijos. Cuando eran niños o adolescentes, era fácil hacerlo e incluso era parte de nuestro trabajo. Ayudarles, guiarles, motivarles, indicarles que caminos tomar. Cómo se debía comer, vestir, cómo caminar, montar en bicicleta, orar, cómo comportarse en una mesa, en casa ajena, en un restaurante, en la iglesia, y así sucesivamente. Cuando llegan a su edad adulta, toman sus propias decisiones, algunos deciden llevar un buen camino, otros no. Algunos se independizan, estudian y trabajan convirtiéndose en personas de bien. Algunos se casan y son buenos en su hogar, otros no. Otros deciden hacer todo lo contrario de lo que se les enseñó o inculcó. El punto es que nosotros los que somos padres lo seremos por siempre, aunque a veces llegamos a pensar que la tarea termina cuando ellos crecen y se van. Pero NO. La realidad es que un padre nunca termina de velar por ellos. Como padres siempre estaremos al pendiente y siempre estaremos tratando de ayudarles en todo lo que nos sea posible. Incluso en ocasiones quisiéramos vivir sus vidas para que no pasen por lo que uno paso. Queremos protegerlos del dolor, los desengaños, los problemas económicos, las tentaciones. Les decimos: “Hijo pilas con esto, no te endeudes tanto, ahorra, sé prudente. Esta persona no te conviene, ese trabajo no se mira bien, o ese trabajo me parece súper para ti. No tomes licor, no comas tales cosas, hijo te lo digo por tu bien.” Tratamos casi de llevar sus vidas a nuestras espaldas. Queremos que sean perfectos. Cuando se convierten en adultos, NO es malo darles una opinión, ayudarles de vez en cuando con sus hijos, darles una mano en una deuda si es que lo necesitan y está a nuestro alcance. Debemos aprender a soltar a nuestros hijos y permitir que ellos se hagan responsables de sus actos y decisiones. Ellos deben aprender a caer para que sepan cómo levantarse. Deben adquirir sus propias experiencias buenas o malas. Nosotros debemos entender que en ocasiones el ser los paracaídas de ellos en todo momento, más que hacerles un bien, se les hace un mal. Conocí el caso de un hombre que al perder a su madre sentía morir. No sabía cómo pagar un bill, cómo hacer unos huevos, cómo planchar una camisa, y si la mujer con la que salía sería buena o mala opción para él. Era tan, tan dependiente de su madre que sentía coraje, más que tristeza, de que ella hubiera partido. En otros casos, existen hijos que culpan a sus padres por todos sus fracasos, por sus errores e incluso por sus temperamentos y actitudes. Cuando sobre proteges tanto a tus hijos los haces irresponsables, conchudos, y algo groseros en la mayoría de los casos. Por lo tanto, TODO tiene un límite. Esos padres sobre protectores, les faltó entender en su momento el versículo que dice: “No dejes de disciplinar al joven; si lo castigas con vara, no se morirá.” Proverbios 23:13 Enséñales, consiéntelos, cuídales, pero también corrígeles. En ocasiones aprendemos estas verdades, cuando estamos sufriendo por ellos. -Adry Victoria -
0 Comments
Leave a Reply. |
ADRY VICTORIA G. PIEDRAHITA.Palabras de mujer a mujer... Archives
July 2024
Categories |