Existen situaciones familiares en las que un o los hijos culpan de todo a sus padres, o especialmente a su madre como ha sido mi caso. De todo lo malo que acontece en su vida personal, queriendo hacerlos responsables convenientemente de sus errores, fracasos o frustraciones, debido al ejemplo que "SEGÚN” recibieron. No es raro ni ilógico pensar que existan errores en la educación de un hij@. La verdad es que las probabilidades son altas. En nuestra época existían libros para aprender sobre cualquier cosa: diseño, construcción, leyes, medicina, y la lista podría ser muy larga, pero a cerca de cómo ser un excelente, ejemplar, íntegro, responsable, amoroso, disciplinado, balanceado, educado, estudioso, reservado y perfecto padre, ¡no! ¡Wow! ahora que las escribo me doy cuenta que la cantidad de cualidades que debemos tener son muchas. Bueno, continuo... No había ese tipo de literatura o guía, y mucho menos en las épocas pasadas. Y, aunque hemos contado con la guía de Dios en su manual de instrucciones como lo es la biblia, la realidad es que no la leíamos queriendo encontrar cómo ser el padre ejemplar. De hecho a la edad que yo tuve a mis hijos no sabía qué era tener una en mis manos. No con esto quiero excusarme por los errores cometidos, pero sí que miremos que, lograr ser el padre perfecto, es un papel algo complicado aun hoy en día, donde contamos con muchas herramientas que guían a una madre desde el nacimiento de un bebé, hasta las diferentes etapas y edades por las que van pasando, llevándonos casi hasta su edad adulta. Obviamente, existen los que planean sus hijos, los que se toman el tiempo de leer y sacan provecho de las herramientas actuales, pero sería mentira decir o pretender que no correrán el riesgo de equivocarse en algo por el camino. ¿Lograrán ser mejores? Quizás sí en varios aspectos, pero perfectos, ninguno lo somos. La mayoría vamos aprendiendo en el camino. Muchos padres han sido el reflejo de sus respectivos padres. Algunos para bien y en forma positiva y otros para mal. Algunos lucharon por ser mejores y algo diferentes, con el objetivo de no hacer sufrir a sus hijos como ellos un día sufrieron. En algunos de estos hogares se ha vivido el abuso físico, verbal, soledad, humillación, falta de amor por mencionar algunas cosas. En otros un poco más afortunados, sus padres fueron sus héroes, sus mejores amigos y el mejor ejemplo a seguir. Hace dos años escribí algo sobre este tema en forma un poco diferente. En esa ocasión comentaba cómo dos personas que crecieron en ambientes similares, podían ser tan diferentes tanto en temperamento, en formas de ver la vida y en cuanto a actitudes. Les compartiré nuevamente un poco para entender la reflexión y testimonio de hoy. El papa de mis hijos, creció en un hogar algo disfuncional, algo muy parecido al mío. Con padres profesionales que permanecían más tiempo por fuera que dentro del hogar. Padres que fueron muy rudos, estrictos y muy poco afectuosos con sus hijos. Ambos se divorciaron estando nosotros muy pequeños. Incluso creo que yo mucho más que él. Cuando mis padres se separaron yo tendría unos 5 años. El punto de este testimonio es que un día le pregunte: “¿Mao por qué eres tan seco? ¿Por qué te cuesta tanto ser una persona cariñosa, tomarme de la mano, abrazarme?” A lo que contesto: “A mí no me enseñaron a dar amor, mi madre fue muy fría y mi padre más aún. Ese fue el ejemplo que recibí”. Él decía que yo era una soñadora y romántica. Que el amor como el que yo quería se veía sólo en películas. Nunca olvidaré esas palabras. De hecho te confieso que me dañaron mucho y por muchos años. Entonces, mientras él elegía ser igual a sus padres tanto en temperamento y actitud a pesar que le había dolido, por mi lado, la lucha interna que tenía era: ¡NO QUIERO SER IGUAL! Yo quiero ser cariñosa, sonriente. No quiero ser tan fría y ruda como mi mamá, y mucho menos rencorosa. Desde muy joven me decía: Si tengo hijos, seré tierna, nunca les faltará amor, ni los golpearé como lo hicieron conmigo. Era tan arraigado ese sentimiento en mí, que cuando me decían “Cómo te pareces a tu mami”, más que un halago, lo tomaba de forma negativa. Pues la gente se refería al físico y yo lo tomaba en cuanto a la actitud. Por lo tanto, en ese entonces y por mucho tiempo, odiaba que me dijeran que me parecía a ella. Bueno, esa carencia de afecto y atención que viví, me hicieron luchar por un cambio. En mi mente no cabía la expresión “ese fue el ejemplo”, o “eso fue lo que me enseñaron”. Recuerdo haberle contestado a Mauricio: "Mao: Los dos venimos de hogares muy parecidos, sin embargo yo no soy lo que soy por lo que vi o viví en mi casa. Ni soy como quiero ser por romántica o soñadora. Simplemente quiero dar lo que no recibí y espero un día poder recibir un poco de lo que doy. No creo que eso sea malo. Yo quiero ser diferente. La solución no está en culpar a los demás." Sabes... años después, muchos años después, un día sentados en la mesa de un comedor, ya estando los dos con parejas diferentes y nuestros hijos adultos e independientes, tuvimos una conversación recordando algo de esta historia. Y su comentario fue: “Discúlpame por pensar como lo hacía, por no haber querido aprender a ser diferente en ese entonces.” Me dio gusto haber podido hablar con él de ese y otros temas, ya que me ayudaron a sanar y cerrar ciclos. No todos somos iguales, ni aprendemos en la misma etapa, tiempo o edad. Esa es una realidad mas que comprobada. Como también lo es el dicho que dice: “Querer es Poder” Por lo tanto “ES CUESTIÓN DE DECISIÓN”. La actitud que decidamos tener ante los problemas, los errores, defectos, traumas, carencias e incluso ante el cambio, es sólo responsabilidad nuestra, NO de alguien más. El título de esta reflexión fue: “¿Es normal que los hijos culpemos a los padres por ser como somos?” La respuesta es: ¡SÍ! PERO LA REALIDAD ES QUE SEREMOS LO QUE ELIJAMOS SER. Si algo he aprendido, es que culpar a los padres no resuelve los problemas ni te ayuda a sanar las heridas o traumas con las que hayas llegado a tu edad adulta. Culparlos, es cerrar los ojos ante los cambios que podemos elegir por una vida y resultados diferentes. Por otro lado es negar la responsabilidad de nuestras propias desiciones. De todas formas debemos ser consientes que NO todos somos iguales. No todos aprendemos o maduramos a la misma edad y no todos juzgamos o culpamos. Para despedirme con esta reflexión. te comento que leí, que la mayoría de los hijos adultos que cometen este tipo de errores lo hacen porque son manipuladores emocionales. Oremos por aquellos corazones lastimados. Por los inmaduros. Por los manipulados Por los manipuladores. Por los padres. Por los hijos Y por todos los que estén sufriendo por sus decisiones. Dios nos siga ayudando, la tarea no es fácil. Les envío un abrazo. -Adry Victoria-
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ADRY VICTORIA G. PIEDRAHITA.Palabras de mujer a mujer... Archives
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