Cuando hablamos de aprender de los errores, muchas veces dejamos de lado un concepto fundamental: ¡Aprender a asumir el costo del error! Porque por mucho que la psicología positiva te quiera decir que no hay error, sino que es un aprendizaje, si no se asume y se es consciente de él, nunca se convertirá en aprendizaje. Aunque hay personas que llegan a darse cuenta del error, sienten dolor y arrepentimiento, mas sin embargo les es difícil salir de allí, tomar decisiones, abandonar el error y comenzar renovados, libres, con deseos de un nuevo comienzo en sus corazones. Tomando esto escrito anteriormente, debemos tener en cuenta que hay diferentes tipos de errores. Tratare de explicar algunos vividos...
Para comenzar, pondré un ejemplo de lo que sería el costo de un error: Eliges un día solitario y con ganas de hacer algo diferente, ir al cine. La entrada te ha costado $20 dólares. A los 20 minutos te das cuenta que la película no resultó ser lo que creías y te aburre mortalmente. ¿Qué haces? Tienes dos opciones: Quedarte, pues has pagado por ello aunque no te guste, o marcharte, perder el dinero, pero NO el tiempo. ¿Qué fue lo primero que vino a tu mente? Si elegiste quedarte, estamos delante de un típico caso de no asumir el costo del error e incurrir en un doble error: Pagar sin haber leído sobre la temática y perder el tiempo al decidir quedarte. En el mundo de los negocios, por ejemplo, comienzas algo con la esperanza o el sueño de lo que será una buena inversión. Pero a medida que va pasando el tiempo, te das cuenta que no fue tan buena, y por más que tratas de avanzar y que funcione, te salen y salen obstáculos. Aun así continúas, pues no quieres perder el dinero que invertiste en él. Tratas de luchar en contra de la marea, de las señales y pronósticos que te han venido anunciando. Nuestro cerebro es terriblemente dicotómico, o sea, indeciso, dividido. Casi siempre está decidiendo entre una cosa u otra: voy o no voy, compro carne o pescado, me corto el pelo o me lo dejo largo, hasta llegamos a pedir opiniones para sentirnos segur@s de lo que deseamos elegir, escoger o hacer. Y sí, lo hace hasta en las cosas más triviales. Por lo tanto, no es ninguna proeza tomar decisiones aunque tengamos la impresión de que sí lo es. Alguien me dijo hace poco: Adry, no te ofendas PERO con esa actitud de no querer perder lo que ya has invertido y apoyar un sueño que en el fondo sabes que ya se te derrumbó, primero, porque ya no esta la persona con la que querías realizar ese proyecto de retiro campestre, y segundo, la constructora ya anunció que no podrá entregar las casas prometidas aunque ya estuvieran pagadas como fue tu caso, pues quebraron como empresa. Aun así, sigues con el pago de un terreno a sabiendas que ya no lo vez como tu vivienda de planta. Estás perdiendo cada día más dinero pero te engañas diciendo que podrás recuperarlo más adelante. Adry lo perdido, perdido está y cuanto antes lo asumas mejor será y podrás salir de esa situación desfavorable. Mira que ni a tu nombre está. Mira la situación de tu país, y quien quedo de presidente. ¿De veras Adry? A nadie le gusta hablar de sus propios errores. Son una parte inevitable de la condición humana. Pero pocos son los que se atreven a mencionarlo y otros a asumirlo. A veces pensamos y criticamos sobre este punto, pero ahora enfrentando estos nuevos retos y aprendiendo a mirar más hacia dentro de mí, de mis decisiones, caídas y fracasos, estoy aprendiendo a distinguir lo que es error y no aceptarlo, y lo que es un aprendizaje al asumir dónde falle o estoy fallando. Pues me queda claro en este aprendizaje que hay situaciones donde nos es muy difícil renunciar, salir corriendo de donde estas, y tratar de comenzar renovado, libre y no perder más de lo que ya has perdido. En algunos casos, energía, paz, honestidad, tiempo y dinero. En otros casos califican todos los mencionados... ¿Sabes? Son de esas situaciones, que te ponen entre la espada y la pared. Dónde dices: ¿Será que sí fue un error? Piensas y piensas y hay algo en el fondo de tu corazón que te está dando la respuesta: ¡SÍ! sí lo fue. Tus intenciones fueron buenas, tu sueño era bonito, pero oíste y no quisiste escuchar las predicciones que habían, ni los consejos que hubo en el camino. Al terminar de pensar en eso. Me dije en voz baja. Sé que me gustaría retirarme de viejita si Dios me lo permitiera, en mi tierra. (País) en el campo, al lado de mis hermanas, si ellas también estuvieran aún. Pero después de lo vivido en los tres meses que estuve allí, algunas buenas y otras no tan buenas, mis sentimientos cambiaron un poco. Más aun cuando al regresar a USA, sentí una alegría tan rara pero tan grande. Dentro de mi dije: llegué a CASA. “A casa” jajaja. No tenía ni casa. Regresé a Estados Unidos sin tener a dónde llegar. Llegué a un cuarto de hotel mientras lograba acomodarme y volver a una estabilidad de vida. Llegué a retomar mi trabajo y enfrentar los retos que había dejado atrás. Volver a comenzar en cierta manera de cero, pero con la experiencia del cómo lograr resurgir. Solo necesitaba sentirme segura nuevamente de mis capacidades y lo aprendido anteriormente. También necesitaba tapar los oídos a comentarios que llegaban a mí con respecto a lo que mi ex esposo estaba diciendo y ensuciando mi integridad e imagen. Excusando su proceder, queriendo tapar su acción, diciendo que era yo la que había sido infiel y que seguramente no estaba ni estaría mal, porque mi “amante” se haría cargo de mí. Bueno, te diré que me costó trabajo tapar los oídos y llenarme de fuerza para volver a levantarme. Continuemos… Un mes y medio después, al estar ya ubicada, pienso en esa inversión hecha en mi país, y continua un debate en mi mente. Y es cuando esa conocida me dice: ¿En verdad Adry? Entonces hay errores que debes corregir, aprender de ellos y saber salir de allí por más que el aprendizaje haya costado mucho, o incluso te cause mucho dolor, pues cada tierra removida, piedras levantadas, pedacitos de césped sembrados, llevan una lagrima mía. No hubo un día mientras trabaje en este terreno que no llorara y pensara en todo lo que se soñó allí. Por lo tanto la parte económica me dolía aceptar que se estaba perdiendo. ¡Me dolía pensar que no me la había robado como para perderla de esa manera! Pero no me dolía tanto como los sentimientos allí dejados. Un árbol se sembrará allí y llevará indiscutiblemente el nombre de VICTORIA. ¿Por qué? Bueno, otra historia que tendrá que continuar... En una de mis lecturas encontré algo que decía: Bastante rabia da perder un avión justo el día que sales de vacaciones, pero más coraje debe darte el quedarte en casa todas las vacaciones por no haber querido comprar otro pasaje. Muy muy cierto... Qué gano queriendo luchar por un terreno que no sé si podrá ser mío con el nuevo gobierno y sus políticas de pensamiento, en lugar de tratar de hacer mío el lugar donde estoy, donde aprendí a vivir, más cerca de mis hijos. Aunque están en otros Estados, es de todos modos estar mar cerca. Donde hice una carrera. Donde seguramente sí es la voluntad de Dios, me pensionaré y de repente tendré la oportunidad de volver a enamorarme o recuperar algo que yo he creído perdido. Al cabo, para viajar y tener bonitas temporadas de retiro, disfrutar de mis hermanas y los bellos paisajes de mi país, no necesito tener algo propio, ya que estoy segura que en la casa de ellas SIEMPRE habrá un lugarcito para mí. Y si llegara a ser la voluntad de Dios que yo tuviera algo allí, Él dará los medios nuevamente. Con esto me di cuenta de que hay errores que aunque lo sean, si tú no los ves así, seguirás en el error. De lo contrario no estaríamos debatiéndonos en nuestra mente. Ahora, ¿Dónde dejas los errores cometidos a nivel de sentimientos? ¿Alguna vez te has dicho: «No volveré a hacer eso», sólo para encontrarte haciendo exactamente lo mismo poco tiempo después? Si es así, no estás solo. Es probable que todos hayamos repetido alguno de nuestros errores en algún momento. En alguna ocasión me dije: No volveré a caer en una relación donde no me sienta valorada, respetada y en desigualdad de sentimientos. Y más me demoré en pensarlo y expresarlo, que en caer. Un día por huir de alguien que yo creía que no me daba mi lugar y según yo, darle una lección, caí en una relación donde tiempo después de forma muy dolorosa me di cuenta que nunca me amó. Intento, intento e intento. Incluso sé que oró a Dios pidiéndole que lograra enamorarse para no acabar con un pacto hecho ante un altar. Él se casó por razones equivocadas. Le guste, veía en mi un corazón bueno, noble, pero no ese amor que se necesita sentir para lograr desear a esa persona. Y es ahí donde comenzó nuestro error. Nunca me deseó... Creo que el confundió un poco sus sentimientos y aprovechando la oportunidad de una vida más estable económicamente, un lugar más de él, quizás el ya no rodar, me propuso matrimonio y yo acepté. Acepté a pesar de que ya sabía que tenía un temperamento algo difícil, que era algo voluble, algo inestable. Incluso en ocasiones cuando disgustábamos en medio del noviazgo, yo le decía: ¿Por qué peleamos? ¿Por qué te enojas por cosas tan insignificantes? Y él solía decir: Adriana yo no la quiero como Usted a mí y nunca pasará.. Esas eran sus palabras. Pero siempre pensaba que lo decía porque estaba molesto y solo quería herirme. Con esto vale la pena recordar lo que dicen: “Cuidado con lo que hablas. Porque la lengua TIENE PODER". Aun así, en ese momento yo sentía que podía cambiarlo. Que Adry era la mujer que llegaría a ayudarle a sanar su corazón, a superar ciertos traumas y a que fuera feliz. Con orgullo, mi ego inflado hasta los cielos, decía: Es mi esposo, me casé. Miraba en él más sus cualidades de bondad, de cariño, su mirada tierna que en ocasiones lograba tener, el que siempre me abría la puerta del carro así estuviera muy molesto, el cómo le gustaban mis manos y cómo le llamaba a mis pies “mis bloquesitos”, por lo gorditos que los tengo. Miraba más eso que todas las señales que hablaban de lo malo de nuestra relación, y que tenían mucho peso, pues por más que intentó amarme y desearme, NO lo logró. Me regaló una buena suegra y unas bellas cuñadas, las que fueron muy respetuosas, amables y cariñosas conmigo. Me sentía especial. La verdad sentía muy bonito el pertenecer a esa familia. Él cometió sus errores, pero igualmente yo, pues también me casé por los motivos y sentimientos equivocados. También luché en enamorarme de tal manera, que sus palabras no me dolieran, que sus defectos pesaran menos que sus virtudes y que así tuviera muchos días de llanto, soledad, tristeza, desconfianza e inseguridad, lucharía y asumiría el costo, pues había hecho una promesa ante Dios... “Hasta que la muerte los separe”, Así hubiera habido ocasiones en las que quise renunciar, salir corriendo sin mirar atrás, yo seguía allí diciendo perdón, por los errores en los que a mí respecta. ¿Sabes? La señora Adela, mi ex suegra, un día dijo: Lo que empieza mal, mal termina. A no ser que ambas personas QUIERAN trabajar en el problema, algo que no era así, pues solo una persona estaba trabajando porque la carreta rodara adecuadamente. En conclusión. Antes de poder aprender de nuestros errores, tenemos que aceptar la plena responsabilidad de tu papel en el resultado. Esto puede resultar incómodo a veces, pero hasta que no puedas decir «he metido la pata», no estarás preparado para cambiar, y tomar como enseñanza un error vivido. Lo cierto es que nunca podemos evitar fallar alguna vez, pero si podemos caer cada vez menos. Con cariño, abriendo el corazón, Adry Victoria.
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ADRY VICTORIA G. PIEDRAHITA.Palabras de mujer a mujer... Archives
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